sábado, 13 de junio de 2015

Antioda a los carros carroñeros

I

Quisiera encontrar al menos un regocijo
en ese caldillo de congrio
que me han descrito
las odas muertas;
un suspiro fresco
en los insterticios de las mesas
con manteles y servilletas;
o acaso,
un olor rebalsando en el plato
por pura complacencia a la estética
ya jubilada

II

¿Mas ves tú la diferencia entre baño y cocina?
En mi casa
¡MIRA MI CASA!
son siameses indistinguibles,
pues el maquiavélico que nos espía por el cableado telefónico
ha confundido
los fluidos que entran y salen por tus conductos,
que son viscosamente idénticos,
e idénticos también
los habitáculos que encierran su repugnancia.
La repugnancia,
es palpada tal como el aire nos contornea
y se revuelcan nuestras lenguas por las frituras
como las pulgas
en la menarquia de la niña tierna

III

En nuestra ciudad de la rata hacinada, hay:
-Impúdicos que trasladan sus cocinas a la intemperie urbana
para lucrar el fango de sus ollas
-Irrisorios que osan en poner entre sus dientes
la transpiración congelada de una pseudoempanada
-Y esquinas víctimas que le han sido arrebatadas
a las virtuosas mujeres del sexo
para ahora prostituir
a la esperpéntica comida de moda

IV

¿Sabes cómo hornean tu deseada chaparrita?
con el calor del pedo de la obesa mujeruca
¿Sabes cómo se amarillean tus anheladas empanadas?
con los restos secos de fluidos vaginales
que ha dejado la perra amarilla en la sábana
¿Sabes cómo amasan tus acogedoras sopaipas?
con la mezcla de esmegma y papilas muertas

V

Y ahora que sabes cómo está hecho todo este menjunje
parecieras caer en cuenta
que es la asquerosidad implícita
la que rellena tu vida.
Y aún así
te sigues quejando de mí
cuando prefiero comer mis caspas
antes que a esa grasosa putrefacción
que anda rondando por nuestras calles

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