Él se va de nuevo
y yo me quedo acá
con esta masa amorfa que devora gargantas.
Pero a lo lejos
hay un hilo que suena como arena
y yo me veo en el mar de Egipto
viendo cómo hasta el diablo esquiva mis pasos.
Peino las rocas hacia el sentido del viento;
en mi cabeza residen todas las bibliotecas,
y mis manos, tú sabes cómo entretejen mantas para vagos.
Mas todo ese poder de existir no basta para él
cuando se va
se va,
se va,
se va
Sin llamarse Sebastián.
El piso se aliviana,
usa alfombras holgadas,
desbordadas por mis lágrimas de hierro
que descabezan hormigas.
Te vas
como el asesino que apuñala con la daga chorreante en sangre de topo,
y allá en el fondo,
el aire tararea esa melodía de mis amores.
Él va
y yo comulgo más con esos pasos que se van.
Se va,
sin llamarse Sebastián
y yo me quedo acá
con esta masa amorfa que devora gargantas.
Pero a lo lejos
hay un hilo que suena como arena
y yo me veo en el mar de Egipto
viendo cómo hasta el diablo esquiva mis pasos.
Peino las rocas hacia el sentido del viento;
en mi cabeza residen todas las bibliotecas,
y mis manos, tú sabes cómo entretejen mantas para vagos.
Mas todo ese poder de existir no basta para él
cuando se va
se va,
se va,
se va
Sin llamarse Sebastián.
El piso se aliviana,
usa alfombras holgadas,
desbordadas por mis lágrimas de hierro
que descabezan hormigas.
Te vas
como el asesino que apuñala con la daga chorreante en sangre de topo,
y allá en el fondo,
el aire tararea esa melodía de mis amores.
Él va
y yo comulgo más con esos pasos que se van.
Se va,
sin llamarse Sebastián
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