sábado, 24 de mayo de 2014

i griega





Desde la escollera de la colina
Se divisa una i griega azul.

Alrededor de ella
Corretean las mangostas tras los lagartos
En un vals de fugaces pasos,
Y los puercos embaucan al ingenuo alazán
Con mirtos y manzanas.

Negocian los buitres,
La hiena se escarba el lomo entre las piedras
Que van cubriendo una a una
El pie de la i griega azul.

Sin que se inmute
Le crecen árboles milenarios,
Escamas que la visten de lapislázuli y  tornasol
Y durmiente es mecida por el viento
Como despidiendo al halo del sol.

Como despidiendo a la raíz del orbe
Sin nostalgias ni la cólera negra
En un soñoliento fonema de brazos abiertos,
I griega copula la inocente siesta de la dríade en el serrallo
Con el thánatos que nunca abandonará a la postrera matrioska del sueño.

I griega ermitaña, huérfana y viuda
No eres cruz ni menos un buda
¿Cómo quisieras desenterrar tu pie de la escollera de la colina
 si al enumerarte junto a otra i griega  te anegas?

Pero desde que los ríos de la lúnula
Se alzaron en flecha hacia la cavidad terrestre del Pacífico
Se presintió en cada contorno
El rostro del vacío,
Y necesité llenar mi mente con sílabas nonsescas,
Mi boca con trazos de sonidos
Como partituras musicales del pensamiento.


Es en la albura donde se albergan despavoridos
Los seres con sus estelas de signos
Y uno se escapó de su blanco lecho de muerte
Con una fuerza vital violenta, violeta, azul,
La i griega azul,
Mi nuevo cuerpo.

Desde la escollera de la colina
Me divisan como una i griega azul.

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